viernes, 21 de diciembre de 2012

Cosas de Don Juan

Son pequeños fragmentos del libro "viaje a Ixtlán"






Primero: Borrar tu historia personal.

• El hecho de que yo sepa si soy yaqui o no, no hace que eso sea historia personal -replicó él-. Sólo se vuelve historia personal cuando alguien más lo sabe. Y te aseguro que nadie lo sabrá nunca de cierto.
• No sabes quién soy, ¿verdad? -dijo como si leyera mis pensamientos-. jamás sabrás quién soy ni qué soy, porque no tengo historia personal. Me preguntó si tenía padre. Le dije que sí. Afirmó que mi padre era un ejemplo de lo que él tenía en mente. Me instó a recordar lo que mi padre pensaba de mí.
• Tu padre conoce todo lo tuyo -dijo-. Así pues, te tiene resuelto por completo. Sabe quién eres y qué haces, y no hay poder sobre la tierra que lo haga cambiar de parecer acerca de ti. Don Juan dijo que todos cuantos me conocían tenían una idea sobre mí, y que yo alimentaba esa idea con todo cuanto hacía.
• No ves? -preguntó con dramatismo-. Debes renovar tu historia personal contando a tus padres, o a tus parientes y tus amigos todo cuanto haces. En cambio, si no tienes historia personal, no se necesitan explicaciones; nadie se enoja ni se desilusiona con tus actos. Y sobre todo, nadie te amarra con sus pensamientos.


Vale más borrar toda historia personal -dijo despacio, - porque eso nos libera de la carga de los pensamientos ajenos

• Empieza por lo fácil, como no revelar lo que verdaderamente haces. Luego debes dejar a todos los que te conozcan bien. Así construirás una niebla en tu alrededor.
• Pero eso es absurdo -protesté-. ¿Por qué no va a conocerme la gente? ¿Qué hay de malo en ello?
• Lo malo es que, una vez que te conocen, te dan por hecho, y desde ese momento no puedes ya romper el lazo de sus pensamientos. A mí en lo personal me gusta la libertad ilimitada de ser desconocido. Nadie me conoce con certeza constante, como te conocen a ti, por ejemplo.
• Pero eso sería mentir.
• No me importan las mentiras ni las verdades -dijo con severidad-. Las mentiras son mentiras solamente cuando tienes historia personal.




Segundo: La Muerte

La muerte es nuestra eterna compañera -dijo don Juan con un aire sumamente serio-. Siempre está a nuestra izquierda, a la distancia de un brazo.

¿Cómo puede uno darse tanta importancia sabiendo que la muerte nos está acechando?
Cuando estés impaciente -prosiguió-, lo que debes hacer es voltear a la izquierda y pedir consejo a tu muerte. Una inmensa cantidad de mezquindad se pierde con sólo que tu muerte te haga un gesto, o alcances a echarle un vistazo, o nada más con que tengas la sensación de que tu compañera está allí vigilándote.
La muerte es la única consejera sabia que tenemos. Cada vez que sientas, como siempre lo haces, que todo te está saliendo mal y que estás a punto de ser aniquilado, vuélvete hacia tu muerte y pregúntale si es cierto. Tu muerte te dirá que te equivocas; que nada importa en realidad más que su toque. Tu muerte te dirá: “Todavía no te he tocado.”





Tercero: Decisiones y Responsabilidad



Cuando un hombre decide hacer algo, debe ir hasta él fin -dijo-, pero debe aceptar responsabilidad por lo que hace. Haga lo que haga, primero debe saber por qué lo hace, y luego seguir adelante con sus acciones sin tener dudas ni remordimientos acerca de ellas.
• Eso es una imposibilidad! -dije. Me preguntó por qué y dije que acaso, idealmente, eso era lo que todos pensaban que debían hacer. En la práctica, sin embargo, no había manera de evitar la duda y el remordimiento. Claro que hay manera -repuso con convicción.
• Mírame a mí -dijo-. Yo no tengo duda ni remordimiento. Todo cuanto hago es mi decisión y mi responsabilidad. La cosa. más simple que haga, llevarte a caminar en el desierto, por ejemplo, puede muy bien significar mi muerte. La muerte me acecha. Por eso, no tengo lugar para dudas ni remordimientos. Si tengo que morir como resultado de sacarte a caminar, entonces debo morir. "Tú, en cambio, te sientes inmortal, y las decisiones de un inmortal pueden cancelarse o lamentarse o dudarse. En un mundo donde la muerte es el cazador, no hay tiempo para lamentos ni dudas, amigo mío. Sólo hay tiempo para decisiones."



Lamentos -dijo él con suavidad-. Te has lamentado toda tu vida porque nunca te haces responsable de tus decisiones, si te hubieras hecho responsable de la idea que tu padre tenía que nadar a las seis de la mañana, habrías nadado tú solo en caso necesario, o lo hubieras mandado a callar la primera vez que abrió la boca cuando ya conocías sus mañas. Pero no dijiste nada. Por tanto, eras tan débil como tu padre. "Hacernos responsables de nuestras decisiones significa estar dispuestos a morir por ellas."



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