sábado, 24 de septiembre de 2011

Las Palabras


Nicolas Buenaventura.



En un tiempo no había nada. Tan sólo el vacío, un vacío insensible y ciego.
Al vacío insensible y ciego le gustaba pensar de vez en cuando, sólo de vez en cuando.
Y cada vez que pensaba, los pensamientos se quedaban suspendidos, flotando en el
vacío. Y se fueron sumando, los pensamientos, y se conocieron en el vacío. Y se pusieron
a jugar. Jugando, jugando, fueron creando nuevos pensamientos.
Al vacío comenzaron a nacerle como turupes, como jorobas… esas jorobas estallaron y
formaron palabras; porque el vacío era insensible y ciego, pero no mudo.
Las palabras rápidamente se levantaron y comenzaron a distinguirse: unas se volvieron árboles,
enredaderas, arbustos y florecitas. Otras se hicieron agua, hubo las que se
pusieron a nadar y se volvieron peces, las que se sentaron a descansar y se convirtieron
en piedras. Las palabras “aire voladoras” se hicieron pájaros.
Hasta que las palabras, aburridas de nombrar, decidieron ser nombradas: dijeron mujer,
dijeron hombre y las palabras “Mujer” y “Hombre” caminaron, se encontraron, se
nombraron y se amaron. Le pusieron nombres a las palabras. Apareció la palabra
“Casa” y la mujer y el hombre la habitaron. Se dijo “Mesa” y hubo dónde sentarse a
comer. Con la palabra “Palabra” apareció la primera herramienta y sentados alrededor
de la palabra “Fuego”, la mujer y el hombre se contaron las primeras historias.

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