martes, 19 de noviembre de 2013

El ego y el diamante

Uno de los chistes clásicos de Nasrudin, el idiota sabio de la tradición sufí, es este: Un amigo, a medianoche, ve a Nasrudin, arrodillado, escarbando al pie de un farol, que alumbra a cien metros de distancia de donde él vive. “¿Qué haces ahí, arrodillado?” “¡Busco la llave de mi casa: se me cayó de las manos al abrir la puerta!”. “Pero, ¿por qué la buscas tan lejos?” “¡Es que aquí hay más luz!”… Los maestros sufís emplean este chiste para hacer conscientes a sus discípulos de que no deben fascinarse por personas con egos seductores y buscar, en cambio, su Ser Esencial, ( o su Dios interior) dentro de ellos mismos… Ahora bien, no hay que engañarse con la idea de buscar algo que no somos nosotros mismos. El Ser Esencial, es lo que en verdad somos, pero también el buscador, el ego individual es lo que somos. De ninguna manera debemos aceptar las prédicas de gurús improvisados que nos ordenan destruir a nuestro ego. El ego sin el diamante, se convierte a la larga en un monstruo egoísta. El diamante, sin ego individual, cae en el delirio paranoico de creerse Dios. El ego individual y el Ser Esencial forman una unidad amorosa, necesaria. Esto lo comprendió muy bien el poeta Rumi… Al leer su poema (escrito aproximadamente en el año 1250) les pido interpretar el “yo” como el ego individual, y el “tú” como el Ser Esencial.

“En verdad, somos una sola alma, yo y tú.
Aparecemos y nos ocultamos tú en mí, yo en ti.
Este es el profundo sentido de mi relación contigo, porque no existe, entre yo y tú, ni yo ni tú.
Somos a la vez el rostro y el espejo.
estamos ebrios de la copa eterna,
somos el bálsamo y la curación,
somos el agua de la fuente de la juventud y el que la escancia.”

A.J

lunes, 4 de noviembre de 2013

Cada ser nos enseña algo


Alejandro Jodorowsky: No sólo he aprendido de grandes Maestros, sino también de simples amigos. Cada ser viviente, por humilde que sea, puede enseñarnos algo.

En París, vamos con Jean Paul a un restaurante gastronómico. Mi amigo, que posa de conocedor, dice: “Un buen restaurante se conoce por tres cosas: su vino, su pan y su mantequilla”. Bebe el vino y lo encuentra excelente. Prueba el pan y le parece magnífico. ¡Pero no hay mantequilla en la mesa! “La olvidaron”, deduce Jean Paul y llama al mozo para decirle críticamente: “¡Caballero, aquí falta algo!” El servidor lo mira como si hubiera oiído una blasfemia y responde: “Comprendo lo que le falta, pero en esta casa no se sirve mantequilla. Sin embargo, si usted insiste, le buscaremos alguna”. Mi amigo, dándose cuenta que la atención de la casa está dedicada a crear obras de arte culinarias que no deben ser adulteradas por el sabor de la mantequilla, anula su pedido con humilde actitud… Esto me enseña que perfección es aquello a lo que nada tenemos que agregar.

En Roma, vamos con mi ex esposa Valerie a una discoteca para artistas. Cada estrella de cine, teatro o televisión, es una caricatura viviente: parecen felices con sus trapos, afeites y joyas en ese mundo hueco. Digo: “¿Cómo pueden sentirse tan felices?” Valerie me responde: “No están felices: solamente confunden placer con felicidad”… Me doy cuenta que una cosa es estar satisfecho, y otra es ser feliz.

Tin-Tan, en la película “Calabacitas tiernas” dice: “¡Siempre le pedí a Dios no que me diera sino que me pusiera donde hubiera!”… Me hace sentir que la sabiduría no es “pedir”, sino aprender a cosechar lo que abunda.

Luis Hernandez, cómico de cabaret, me dijo: “¡Si eres oveja y debes entrar en una cueva llena de lobos, tienes que convertirte tu también en lobo! Yo, en mi caso, he preferido convertirme en caverna, así los contengo a todos.”… Mi amigo coincidía con la carta 11 del Tarot, “La Fuerza”. La única manera de vencer nuestros vicios y desviaciones negativas es la persuasión. Nada se logra atacando o prohibiendo. La doncella de la carta acaricia el hocico del león y la terrible bestia, arrobada de amor, se hace mansa. El trabajo interno consiste en detectar nuestras monstruosidades y en lugar de inhibir o enmascarar esos deseos, mediante tomas de conciencia encauzarlos por vías positivas. La raíz de cada virtud es un vicio sublimado.


La abuela de Enrique Lihn, cuando veía pelearse a un ama con su sirvienta, decía: “En la casa donde alguien grita, nadie manda”.

Pierre Vigneau, maestro de karate, nos enseña un nuevo golpe.: haciendo concavidad con las manos y golpeando las orejas del adversario al mismo tiempo, se le hacen explotar los tímpanos. Es un movimiento muy complicado de ejecutar. Nos dice: “Para lograrlo se necesitan años de práctica. ¡Si es necesario comenzar algún día, comencemos hoy!”… Muchas personas se descorazonan y retardan, a veces años o para siempre, el comienzo de una obra importante. Mientras más grande sea, mas pronto debemos empezarla, y si no la logramos antes de morir, por lo menos habremos tenido el placer del acercamiento gradual a su perfección.

-El placer de pensar 78 -